Multifonía, silencio y erotismo en “les plages” de La playa (1966-1970)

Según François Wahl, la inspiración para la escritura de La playa viene del verano de 1966 que Sarduy pasó en Cannes. Su primera producción radial se realizó en Stuttgart, a donde viajó en 1969 para colaborar. A su regreso les cuenta que se trata de “un verdadero cinerama sonoro en estereofónica, con música brasilera y magníficos actores. Me sorprendió tanto esta mañana en el estudio escuchar otra vez el mundo de la Costa Azul convertido en arte, que apenas reconocía mis textos” (17 de febrero de 1969). En la misma carta, concluida en París a su regreso, insiste en la “aventura” que ha significado “ver, es decir de oír, mi pieza radiofónica y la reconstitución objetiva de mi mundo sonoro”. Para ese momento, Sarduy está trabajando también con Jean Pierre Colas en la versión francesa, que se estrena el 18 de enero de 1970 y que le vale a su realizador el premio Paul Gilson.

Cartel del largometraje italiano Signore & Signori, ganador de la Palma de Oro, Mejor Film (compartido) en el Festival de Cannes de 1966.

La pieza tuvo una acogida positiva en la crítica francesa que se inició con un artículo de M. Michel en Le Monde (28 de enero de 1970) que reconoce la dificultad y belleza de la obra, así como sus conexiones con el barroco. Los elogios repetidos a la versión radial y los premios obtenidos contrastan con las críticas negativas que recibirá, tanto en Alemania como en Francia, su versión teatral. Había sido creada para el medio sonoro, lo cual explicaría también por qué nunca se emitió la versión televisiva del mexicano Manual Ávila Camacho López. En el verano de 1970, en medio de su triunfo, Sarduy ya reconoce ante sus padres el lugar de la radio en su vida: “me estoy convirtiendo en el autor del Derecho de Nacer francés… ¡qué vueltas da la vida!” (8 de junio de 1970). El creador radial ha salido del closet.

Los estudios de Paula C. Park sobre el teatro radial de Sarduy pueden contarse entre los pocos de este corpus. En su artículo “Severo Sarduy a varias voces” Park afirma que, además de su manifiesto interés en la plástica y la ciencia, podría rastrearse un imaginario musical en la producción ensayística del cubano. Park descubre una estructura similar a la de la fuga barroca, pues las voces de la pieza no dialogan, sino que generan, por su reiteración distorsionada, ese contrapunto entre un tema y sus variaciones –18 en este caso– que componen la fuga. Además de esta relación intermedial –un radioteatro y un género musical–, Park menciona que el que los actantes de la pieza sean hombres y mujeres se relaciona también con el imaginario sónico barroco, momento en el que se alcanza una definición, también contrapuntística, del lugar de las voces masculinas y femeninas en el canto.

Cartel del largometraje francés Un homme et une femme, ganador de la Palma de Oro, Mejor Film (compartido) en el Festival de Cannes de 1966.

Entre las diferencias que separan la pieza radial del texto publicado –además de la introducción, que enseguida explico– se encuentra la fusión de las secuencias VII y VIII y la separación de la XVI, la más larga de las que escribió Sarduy, en dos partes. Los realizadores también optaron por eliminar muchos pasajes de carácter descriptivo o, podría decirse, visual, donde abundan los colores, como un largo fragmento de la Secuencia IV en el que se “ven” “piedras verdinegras”, un mármol de “vetas rojas y blancas”, “círculos verdosos”, etiquetas “blancuzcas”, frascos “anaranjados, brillantes, fosforescentes”, “grumos plateados”, “islas blancas […] sobre el fondo amarillo”. Colas buscaba despojar aun más la escritura de Sarduy, eliminar la mayoría de los elementos que condujeran a la imaginación visual, que entorpecieran el poder de lo aural que contenía la pieza.

En cuanto a la introducción, La Plage producida en el Atelier de création radiophonique comienza con una explicación en la voz de Sarduy que se centra en el cuestionamiento de la noción de autor tal y como la había planteado Barthes. Esta introducción traza también un puente entre la obra a escuchar y las producciones anteriores de Sarduy, pues declara que tanto por el camino de la proliferación –“La Dolores Rondón”– como por el del minimalismo se accede a ese cuestionamiento autoral. La presentación publicada en Para la voz años después parece haber sido fruto de una reflexión mayor sobre la condición aural y radial de la obra, de ahí su mención de una estructura musical; pero en 1969, en medio de las reflexiones que conducirían a Barroco y antes del éxito que esta misma pieza radial y Cobra le concederían, Sarduy opta por un camino trazado por Barthes y conocido, por ende, por el público francés, un camino que para nada es ajeno a su interés en la superficie, el artificio y el vacío que yace bajo ambos.

Cartel del largometraje soviético-poláco Lenin v Polché, ganador de la Palma de Oro, Mejor Director (Serguei Yutkievich) en el Festival de Cannes de 1966.

Pero, ¿es La Plage una pieza radiofónica minimalista o una fuga barroca? La fábula y los personajes han sido reducidos a la mínima expresión posible, pero la estructura se sustenta en la proliferación variopinta de secuencias que giran sobre el mismo asunto. Lo mismo sucede a nivel sonoro. Colas-Sarduy optan por emplear los tres objetos sonoros de la radio: la música, la voz y los efectos sonoros. El texto de Sarduy solo codificaba teatralmente el segundo de ellos, pero contenía en forma de earcons la mayoría de los objetos sonoros que escucharemos durante la pieza: música brasileña –particularmente de João Gilberto– voces de niños, un vaso que se rompe, motores de combustión interna y, por supuesto, el oleaje. Los efectos sonoros, como los personajes de esta pieza, son pocos y simples, pero generan un complicado tejido aural. 

Por otro lado, estos objetos se combinan en cada secuencia de un modo diverso y nunca coincide su emisión con la mención de su earcon correspondiente, excepto en la segunda mitad de la Secuencia XVI, cuando H1 rememora los hechos como un sueño en el que escucha, “très loin, une musique –¿indienne?”, un parlamento que coincide con la emisión de una composición musical sustentada por un dungchen o cuerno tibetano:

La Plage, secuencia XVI (fragmento). Sarduy no viajaría a la India por primera vez hasta 1971, pero la escritura de Cobra había comenzado en el verano de 1967, por lo que este cuerno tibetano es un anuncio de lo que vendrá, a la vez, por supuesto, que un guiño que se bifurca hacia Borges.

El sonido del dungchen tiene un correlato en el uso de música concreta que emplean Colas-Sarduy para fusionar las secuencias VII y VIII, un tema musical donde la percusión tiene un peso importante y que también acompaña un tramo textual psicodélico: el descubrimiento de un cuerpo asediado por niños-pelícanos:

La Plage, secuencias VII-VIII (fragmento).

Ambos objetos sonoros musicales se suman a “Llanto del indio”, de Facio Santillán –secuencia X–, para generar una aparente disonancia con el resto de la música que se utiliza y que de inmediato analizo. Aunados por lo psicodélico, el estilo de vida alternativo al modelo occidental y el peso de una armonía musical también disonante, ellos refuerzan desde el punto de vista aural los cuestionamientos al estilo de vida de la clase turista de Cannes que ya era legible en La playa. El budismo y en general la filosofía y las religiones asiáticas se iban expandiendo exponencialmente por Occidente a la par que sucedía un revival del primitivismo vanguardista de lo latinoamericano en Europa gracias al Boom. El mismo tema de Santillán, cuarta pista de un disco de 1968, era una muestra de ello. Nótese el exotismo del título del disco: Sortilèges de la flûte des Andes. El cuestionamiento sobre la apropiación occidental del otro, tan visible en las novelas de la próxima década, ya está presente en esta pieza.

Pero este no es el único aporte que los objetos sonoros musicales hacen a las políticas del sonido en La Plage. La mayoría de la música es usada como transición escénica, una función bastante común en los géneros radiales. Sin embargo, la producción radial no se limita a las obras del brasileño João Gilberto que se menciona en la obra escrita. Ese contacto entre el norte y el sur, entre el jazz y el beat de la música africana trasplantada en Suramérica, de por sí problémico, viene a complejizarse cuando en la secuencia V se escucha la voz de Miriam Makeba. 

La activista surafricana, doblemente exiliada para entonces, interpreta su éxito transnacional “Pata pata”. La conexión no es gratuita sino políticamente condicionada. Makeba podía cantar en portugués y el guitarrista de su banda era brasileño y, aún más importante, “Pata pata” hipervisualizaba la africanidad de la cantante y convertía su estilo interpretativo y de vestir en un objeto más de consumo. Sin embargo, la voz de Makeba –que vuelve a escucharse en la secuencia XI con “What is Love”– y la unión Getz/Gilberto visibilizan también las conexiones transatlánticas que interesaban a Sarduy. La lucha del artista por impedir que la industria cultural estereotipe su estilo es notable tanto en él como en Makeba, quien solía contextualizar sus temas en los conciertos para que la audiencia primermundista, incapaz de entender las lenguas africanas en las que cantaba, estuviera informada de la protesta que temas como “Mayibuye” o “Khawuleza” contenían. En ambos es visible, también, la subversión de esa codificación, pues su estilo y estatus como Mama África abrieron un espacio imaginario de solidaridad panafricana entre Makeba y su audiencia afrodispórica que Colas-Sarduy incorporan al tejido aural de La Plage.

El variopinto catálogo de las obras musicales que conforman las bandas sonoras de Sarduy no solo se hace eco de los efectos de la industria cultural sobre la escucha musical a escala global y sus correlatos identitarios. Hay bajo ese aparente caos una línea discursiva interesada en cuestionar la capacidad crítica del receptor, una invitación a escuchar discretamente los rizomas invisibilizados, silenciados, de esos sound tracks. La secuencia final de La Plage es, en ese sentido, un bonus donde la oposición entre la proliferación aural y el minimalismo semántico se revelan al oyente en toda su potencia:

La Plage, secuencia XVIII (fragmento).

A estas alturas creo que resulta evidente que La Plage no es una pieza minimalista ni una fuga barroca, sino que activa recursos compositivos de ambas tradiciones para articular un cuestionamiento del poder del sujeto mediante la descomposición del rol autoral y de sus huellas en el discurso –personajes, narratividad, especio-temporalidad. Es, a la vez, una exploración más radical en las posibilidades de lo aural –y de lo radial de modo particular– como soporte idóneo para esos cuestionamientos. Ya comentaba que Sarduy parece haber sido plenamente consciente de esto último unos años más tarde, lo que me conduce a concluir con algo que Park menciona, citando a Sarduy, pero que no desarrolla: las relaciones de su proyecto con las acepciones 6 y 7 de plage en el diccionario Larousse. Alejadas de ese decorado muy “Cannes 1966”, esas acepciones redireccionan la relación con el barroco musical que Park describe hacia un motivo recurrente en la obra de Sarduy: el silencio. 

La edición en línea del diccionario reza: “6. Écart, intervalle, espace, latitude entre deux éléments, deux possibilités/ 7. Ensemble de spires d’un sillon de disque, supportant un enregistrement.” A esa misma marca visual de los discos de vinilo, que se corresponde con el silencio transicional entre los temas musicales, se refiere Sarduy en 1982 durante la entrevista de Yurkievich: “la plage réelle, c’est-à-dire Cannes, n’est qu’un prétexte pour faire voir cette plage, cette frange de non-signification, de non-écoute dans le noir du disque qui revient en blanc”. La negación incluso del referente es el último paso en la liquidación absoluta de la autoridad. Lo que interesa es esa franja de no significación, el silencio que yace como soporte de toda la escucha, y que usualmente desechamos. 

XIX Festival de Cannes, 1966. Claude Lelouch alza en brazos a Jean Louis Trintignant, Anouk Aimee y su esposo Pierre Barouh se abrazan celebrando la Palma de Oro de su película Un homme et une femme (Photo de Francois Pages/Paris Match via Getty Images)

En la misma entrevista Sarduy dice que en La Plage comenzaba a trabajar con ese desecho y que optó por una solución que luego no repetiría: “J’ai été là dans la première voix, dans la voix un peu mimétique pour consigner de vide”. La simplicidad de la estructura dramática y gramática, y el carácter actancial de los personajes le resultan, más de una década después, un intento naive, demasiado evidente, de hacer aflorar el silencio. Sin embargo, me parece que la producción radial difiere –por la proliferación de combinaciones de los objetos sonoros y por la complejización de la musicalización– de esa voix mimétique de la que Sarduy reniega. Siguiendo el imaginario sónico que la pieza ya tenía, Colas-Sarduy construyeron durante la producción radial un dispositivo neobarroco que antecede la teorización y donde el silencio, centro paralelo y oculto, se nos presenta como un elemento más, aparentemente secundario, que protagoniza las secuencias IX y XIII. No es casualidad que ambas secuencias, donde no escuchamos ni siquiera las omnipresentes olas, sean protagonizadas por voces femeninas que comparten un espacio homoerótico. El silencio del fondo hacia el que avanza el fragmento permite escuchar a plenitud el valor de lo estereofónico en la pieza y refuerza los criterios de Sarduy-Barthes sobre el eros de la voz.

La Plage, secuencia XIII (fragmento).

Paula C. Park comentó que el contrapunto entre las voces femeninas y masculinas de la pieza entraba en la órbita de la música barroca. Es cierto, pero la elevación que estas secuencias reciben de su fondo silencioso instaura una armonía disonante que tal vez fue la intuida por Johannes Kepler cuando observó el conflicto entre lo masculino y lo femenino en la polifonía de su tiempo. El horror al vacío deviene obsesión del vacío, la polifonía todavía armónica del barroco, ese contrapunto entre lo femenino y lo masculino, es ahora multifonía neobarroca y comprende estas heterotopías que son las dieciocho secuencias de La Plage.

*Nota del invierno de 2024: Ernesto Reséndiz Oikión hace notar, en un artículo publicado en La Jornada el 21 enero de 2024, que el verdadero co-autor de la versión televisiva de La playa fue Jorge Aguilar Mora, y que Camacho López habría sido a lo sumo un productor.

“La Dolores Rondón”: experimentación y cultura popular desde la voz

En los archivos del INA se registra la emisión por France Culture, el 4 de marzo de 1967, de un radioteatro titulado Á propos de la Dolorès Rondon, que había sido grabado el 18 de febrero de ese mismo año. La realización estuvo a cargo de René Jentet e intervinieron –según la ficha de este archivo– 21 actores, con Morena Casamance en el papel protagónico, una actriz mulata conocida por su participación en la película Huis-clos (1954). Se trata del primer radioteatro escrito y producido por Sarduy. En sus cartas familiares la nómina es más amplia: “La Dolores Rondón está en grabación en la radio. Treinta actores y unos diez músicos y bailarines (porque se utiliza ruido de zapateo) de todos los colores y países y una semana de trabajo […] Yo hago de actor, un locutor que describe el cementerio de Camagüey” (30 de enero de 1967). 

Aunque esta parte de De donde son los cantantes nunca se publicó como un radioteatro independiente –por ejemplo, en Para la voz, el libro que antologó sus piezas radiales–, no parecen haber muchos cambios entre su versión novelística y el texto base para su producción radial, más allá de los ajustes de la traducción. Lo interesante es que, a la hora de “poner en ondas” el texto teatral, la didascalia deja de ser orientación dramatúrgica para ser silenciada y se convierte en una voz más, lo cual se descubre cuando se escucha la pieza:

À propos de la Dolorès Rondon, fragmento.

Se trata de una voz masculina que inmediatamente recuerda las de los narradores de las novelas radiales. Su tono “neutro”, su ritmo sereno y constante, su intensidad controlada contrastan con las cualidades del resto de las voces. El hecho de que no sea la voz de Sarduy quien asuma esta función –a pesar de ser él quien lee la introducción de la pieza– habla, en primer lugar, de la intención de acentuar esa diferencia vocal por medio de un profesional, y contribuye, además, a la multiplicación de voces “autorizadas” para conducir la trama: leída, esta pieza posee dos narradores-personaje y un narrador externo; escuchada, aparece una cuarta voz con un auto-control incluso más intenso que el del propio Sarduy, cuya voz describiendo el cementerio de su ciudad deja traducir todo el afecto, especialmente la nostalgia, que yace como germen del texto. Todo eso contribuye a la destrucción de un supuesto centro emisor del discurso literario y político, imagen acústica del sujeto.

No debe obviarse aquí el peso que tuvo en la radio cubana la figura de este tipo de narrador y la radionovela en sentido general. Transmitida de lunes a sábado a las 8:30 pm por casi veinte años y con los niveles más altos de audiencia, La Novela del Aire –transmitido primero por RHC Cadena Azul (1941-1952), y luego por CMQ (1952-1958)– tuvo un peso en el paisaje sonoro radial de Cuba que Sarduy aprovecha ahora, en los inicios de su producción radioteatral, para introducir un nivel más de parodización. À propos de la Dolorès Rondón fue realizada por un grupo de artistas y dentro de una larga tradición experimental. La pieza de Sarduy permitía a René Jentet trabajar con el melodrama y los recursos radiales de un género que no floreció en Francia: la radionovela. En cierto sentido, cada una de las escenas de “La Dolores Rondón” es una entrega, un nuevo capítulo de la vida de esta mujer que, sin embargo, no es una joven de cabellos dorados, sino una cortesana mulata de la región oriental de Cuba cuyo final dista mucho del “fueron felices para siempre”. 

Xiomara Fernández, Carlos Badías y Minín Bujones en la transmisión de El derecho de nacer por CMQ. Fuente: cubanheritage.com

Hay aspectos interesantes relacionados con las voces escogidas por Jentet –y, presumiblemente, Sarduy– para el reparto. En primer lugar, la ya codificada por Sarduy diferencia entre los narradores: el engolado Narrador Dos y el chillón Narrador Uno. Es difícil no escuchar, bajo estas voces, a dioses tutelares de Sarduy: José Lezama Lima [escuchar] y Virgilio Piñera [escuchar]. Sobre todo, porque su actitud ante la historia se corresponde con la de estos escritores ante la tradición literaria cubana: respetuoso y rescatador, el primero; rebelde y negador, el segundo. En segundo lugar, las voces masculinas en falsete de Clemencia, Auxilio y Socorro, introducidas a partir de una interpretación de sus textos que parodia el canto gregoriano. Esto acentúa la inestabilidad en la categoría de género que le interesa a Sarduy y su deseo de despojar la voz de sus aspectos semánticos y potenciar los pragmáticos. Por último, la selección de Morena Casamance, una actriz mulata, para el protagónico. La voz de la Dolores debía ser “entre guitarra y tambor obatalá”. Según el catálogo online del INA, desde la década anterior Casamance había trabajado en programas radiales dedicados a la literatura africana –la serie Contes sous La Croix du Sud, dirigida por el propio René Jentet–, y relacionados con el sur de los Estados Unidos –versiones de Uncle Tom’s Cabine, de Harriet Beecher Stowe; Mulatto, de Langston Hughes; una serie dedicada a W. Faulkner, entre otras. De modo que su voz era conocida por la audiencia y asociada con la cultura africana y su diáspora, a la que se incorporaba esta “mulata wilfredolamesca”, una muestra del destino de la mujer negra en una sociedad neocolonial, en este caso, del Caribe hispano.

Morena Casamance en Huis-clos (1954. Fuente: imdb.com

Los otros objetos sonoros del radioteatro: gritos, zapatazos, aleteo de aves, ladridos de perros serán recurrentes en el imaginario sónico de esta novela y de la obra de Sarduy en general. Forman parte de su intención de elevar el ruido a la calidad de tramo válido y central del paisaje sonoro moderno que el autor comparte con los músicos concretos. El chancleteo es un rasgo más de la cubanidad preterida de las clases populares –ponerse la chancleta en la punta del pie es, también, dar un escándalo–, y es la base de uno de los bailes folclóricos urbanos más conocidos: la chancleta [escuchar], cuyo atrezo principal son unas chancletas de palo, conocidas como cutaras, versión caribeña del coturno griego. El ladrido o la mudez de los perros, que recorrerá su obra posterior, tienen su clave en esta pieza cuando los narradores –el chillón y el engolado– se refieren al vacío que yace tras las palabras, asociadas a un perro sarnoso que vuelve a ladrar durante el discurso político de Mortal Pérez, acentuando ese vacío, y aúlla cuando es definitivamente electo el politicastro. 

La producción de la obra como una farsa, un sainete cubano, es apreciable no solo en los tonos distorsionados de los personajes que comentan la acción sino en el hecho de que se escucha el movimiento escénico, los pasos de los actores sobre el tabloncillo de un teatro. Este elemento no está en la versión publicada, fue una solución creada en el estudio para acentuar la teatralidad de la pieza, un modo más de indicar al que escucha que no importa tanto lo que se dice, sino el artilugio para decirlo. De ese modo, el folclorismo de la trama se incorporaba como un aspecto más de la teatralidad y mantenía al radioescucha distanciado del contenido, un distanciamiento que enfoca el despojo de la herencia occidental a la que está siendo sometida la voz en la obra.

Por último, y en el mismo sentido de la teatralidad, hay en la versión radial francesa personajes que no tienen una realización sonora y cuya presencia solo conocemos por una entrevista de Saúl Yurkievich a Sarduy: “Un chose curieux, ça vous ne l’avez pas entendu […] mais dans cette pièce produite pour la radio et à la radio il y avait des mimes, on a mis des mimes. Chose absurde, mais justement parce qu’ils motivaient les comédiens, ils été constamment en train de susciter, je dirais, le rire ou l’ironie chez les comédiens.” La decisión de René Jentet y Sarduy de incluir un lugar auralmente vacío, un silencio actuante, revela cuán estrecha fue la colaboración entre ambos, pues el silencio de esos mimos son el reverso de la algarabía del resto de los personajes. El mimo, elemento de la tradición francesa, es el centro silencioso de esta farsa exótica, cubanísima, protagonizada por una mulata cuya historia cuentan, desmienten, comentan un cúmulo de voces que no desean ponerse de acuerdo, que no aspiran a una armonía, sino a la disonancia y a devolver a la voz su primigenio carácter aural: “Así se pierde lo esencial: la palabra corre ante el juego como el perro ante la rebanadora. Se ve en salchicha. Se ve en lascas, con aceitunas, entre panes… y huye. Huye ladrando y, lo dice el dicho, perro que ladra no muerde. De ahí́ tantas palabras ladradoras… pero desdentadas” (Obra Completa 378).

Aunque Sarduy presenta esta pieza a Yurkievich como una “separata” de De donde son los cantantes –la primera de una serie– lo cierto es que fue compuesta en un momento de tanteos en su carrera literaria y radial. Ese pudor de principiante es visible tambié en el modo en el que presenta a sus padres su labor en la radio, con cierto pudor de estarse desviándose del camino. No obstante, para 1982, cuando Yurkievich lo entrevista, Sarduy parece haberse percatado de que, sin saberlo, “La Dolores Rondón” había inaugurado una praxis creativa inseparable de su escritura, complementaria.

Cuba Broadcastings 1923-1950

Main Tool: ArcGIS

Cuba was one of the first countries to have commercial radio stations. By 1923, the new invention had spread across the island and, until 1959, the country did not cease to be at the forefront of radio production in Latin America. The history of radio in Cuba has two critical books, La radio en Cuba, by Oscar Luis Lopez, and Apuntes para la historia. Radio, television y farandula de la Cuba de ayer, by Enrique C. Betancourt. Both books offer a well-informed account of the modernizing cultural impact radio had. Authors refer to the initial mobility of radio stations—short-term initiatives, location changes, modernization of technical equipment—however, no effort has been made to accompany this textual information with visualizations and spatial analyzes that allow a better understanding of how the new invention was inserted and transformed the urban landscape of Cuban cities and towns.

The changes in the soundscape that radio produced were accompanied by changes in the mobility dynamics of artists, musicians, and radio enthusiasts who began to gather in specific areas of the city now for professional reasons. It has implications for the formation of a modern community,. Radio contributed to creating new collectivities based on a sound background and new ways of listening and interacting. Radio began by reinforcing local and regional ties, and later became a central instrument for shaping the nation when national transmission networks were established and continue to function today on new supports in the organization of a transnational community. Cuba Broadcastings (1923-1950) explores the development of radio in Cuba from its emergence in 1923 to the last republican decade in relation to urban space on two scales: the national—where radio stations created on the Island are located by cities and provinces, and their relationship with population; and the local one, where the movements of radio stations over Havana urban space are studied to identify areas where musicians, artists and radio producers converged with greater probability.The biggest challenge this project has faced is the lack of updated geographic information on Cuba. The political-administrative division changed in 1975, and the digitized and georeferenced maps showing the old division are scarce. On the ESRI platform, only one project is archived that focuses on the restoration of Havana’s historic center, so it could not be used for our research that covers the rest of the city. It explains why a study could not be carried out at the municipal level, since the changes in this regard have been even more significant, especially concerning areas far from the urban center such as the current municipalities of Marianao, Arroyo Naranjo, and San Miguel del Padrón. To a lesser extent, the same happens with population data before the 2012 census, which has been removed from the Oficina Nacional de Información y Estadística’s website. I worked with publications before 1959, particularly the Census of the Republic of Cuba of 1943, published in 1945, and data on the Cuban population from the 1953 census published on the web.

Figure 1 Cuba 1898. Old map used to build a polygon shapefile in ArcGIS

Despite the limitations mentioned above, this project is a starting point for further studies on Cuba using GIS tools and computer methods. It may be of particular interest to those interested in Cuba’s economic, cultural and political development before 1959.

Processes

The first step of this project consisted of data extraction on Cuban radio history. With them, a database was built containing two series of tables: one for the national scale and the other for Havana. Both series share the following attributes: radio station’s names, owners, location(s), and technical aspects such as power and transmission’s frequency. Radio stations located outside of Havana were marked on the town or city where it operates. In the case of Havana’s, they have their addresses as an attribute. To identify changes in some street names in Havana, I consulted the book Las calles de La Habana, by Emilio Roig de Leuchsenring. An essential attribute for each series of tables is the date, which corresponds to the reports provided by the sources: 1923, 1930, 1939 and 1948, and a report on radio stations in Havana from 1931 (See Figure 2).

Figure 2 HavanaBroadcast_1939. Attributes Table (screenshot)

Simultaneously, I created a database with the information extracted from the population censuses carried out in Cuba in 1919, 1931, 1943, and 1953. Population data were collected from the six old Cuban provinces and from each of the towns and cities where there were radio stations in that period. Population’s date does not precisely coincide with the date from the source’s reports date on radio stations. The 1923 reports were correlated with data from the 1919 census; those from 1930, with those from the 1931 census; those of 1939, with those of 1943; and those of 1948, with those of 1953. This difference only affects the results of the study at the national level. The analysis of Havana does not take into account population data.

To obtain a shapefile that reproduces the old Cuban provinces, I imported into ArcGIS an 1898 map digitized by Mapsland.com (See Figure 1) and georeferenced by WMTS service using WGS_1984_Web_Mercator (Auxiliary Sphere). This projected coordinate system matches the base map used in the project that was downloaded from ESRI. Using that raster as a guide (freehand tool), I built polygons that matched the old provinces (See Figures 3). This shapefile was imported later, and it is the one used in the project for the analysis on a national scale.

Figure 3 Cuban old provinces shape file
Figure 4 Cuban old provinces shape file + TownBroadcasts shapefile in ArcGIS

Spatial information was added to the previously created databases, generating a geodatabase with three feature datasets: OldProvinces (polygons), TwonBroadcast (points), and HavanaBroadcast (points). Each of them contains five feature classes that correspond to each period: 1923, 1930, 1931, 1939, and 1948. The points in the feature classes on a national scale were located manually following the base map labels (See Figure 4). The points of the Havana feature classes were also added manually. Despite having the addresses as attribute, the Address Locator tool could not be used due to the lack of updated information on the city’s urban space (See Figure 5). The margin of error for these locations is calculated at around 100 meters: each point is in the correct block, but it is impossible to locate precisely the building in question in which a radio station operated, except when those building are at the corner, which is pretty common.

Figure 5 Havana shape file and Base Map layers
Figure 6 HavanaBroadcast intersection: CMBZ and CMW

With the information on a national scale, Map 1 was produced—Cuba Radio Broadcasting and Population—, composed of three individual maps. Each one visualizes the population data by provinces and cities where there was at least one radio station. The representation of these points reflects their location, and graduated symbols were used to visualize the relationship between population and radio stations number on the corresponding dates. The analysis of the results makes it possible to highlight that the province of Las Villas was, outside the Cuban capital, where the most significant number of stations were created in these years, although the province remained in third place by the number of inhabitants. In 1923 there were stations in Caibarien, Cienfuegos, and Tuinucu. In the latter town, with a population of fewer than 1,000 inhabitants, two stations operated. This particularity, which was repeated in 1930 in the Havana town of Hershey, and in 1939 in San Luis, very close to Santiago de Cuba, is because these settlements were created as part of modern sugar mills. In 1930, stations were operating in Sagua la Grande, Caibarien, Cienfuegos, Tuinuco and Santa Clara (provincial capital). By 1939, Trinidad, Sancti Spiritus—where the Tuinucu station was moved—, Cruces and Placetas were added.

Map 1 CUBA: Radio Broadcast and Population (1923-1939)

To process the data on the city of Havana, I merge the 1930 and 1931 data. The temporal proximity between the two press reports made the differences minimal. A second map—Havana Broadcasting 1923-1948—was created that visualizes the location of radio stations in the urban space (larger map), and a second smaller map (right upper corner) in which, using the intersect tool, the two points with the longest radial tradition in the capital are located: CMBZ Radio Salas and CMW La Voz de las Antillas, the latter located on the upper floor of the building where one of the most critical newspapers in Cuba, Diario de la Marina, was operating (See Figure 6, above).

Map 2 Havana Broadcasting (1923-1948)

Subsequently, the buffer tool was used to visualize a radius of 500 meters around each radio station, which I call the influence zone. The goal is to visualize areas with a high probability of pedestrian circulation of musicians, artists, and radio workers. The choice of this buffer range responds to the convenience criteria of this research. A buffer close to 100 meters would be overlap with the margin of error of these locations; a buffer higher than 1000 meters would create an influence zone that would cover most of the city due to the number of stations. After applying these tools, I designed map 3 —Havana. Radio Broadcasting zones—, which contains the stations’ location on each date and the influence zone from previous reports. The study of these maps shows that between 1923 and 1930-31, there was an expansion of influence zones. By 1939 there was a contraction that not only corresponds to a decrease in stations number (from 74 to 40), but their concentration in three areas: the northern portion of the Vedado neighborhood, the union of the Old Havana neighborhoods and Centro Habana, and a small area in La Vibora.

By 1948, the contraction trend was maintained both in radio stations number (from 40 to 35) and in the influence zone’s area. This trend has a high probability of continuing for the next decade, as is showed in the last small map.

Map 3 Havana Radio Broadcasting Zones

Cuba Broadcastings (1923-1950) visualizes the accelerated development that radio had in Cuba since the very year of its creation, not only in the country’s capital but throughout the island. This development was associated with modernization and the accumulation of wealth in certain parts of the Cuban geography. The cases of Tuinucu (1923 and 1930), Hershey (1930), and Sagua la Grande (1930 and 1939) demonstrate this. Despite being small settlements, the modernization of the sugar industries in the first two cases and the development of an industrial zone and a port in Sagua la Grande can be seen as excellent examples of this association between radio and modernization.

In Havana, radio stations’ highest concentration was located in the Old Havana and Centro Habana neighborhoods. It was an expected result since it is the area with the most outstanding urban and cultural development from colonial times to the present day. The same could be said of Vedado, especially in its northern portion. This neighborhood had begun to develop in the second half of the 19th century and reached a high level of urban development after 1930, with skyscrapers, cinemas, theaters, and many other commercial businesses. An impressive result is to verify how widespread the new invention was around 1930-31, with radio stations in neighborhoods far from the center such as Marianao, Santos Suarez, San Miguel del Padron, Guanabacoa, and La Vibora. This last neighborhood is significant for being an area where at least one radio station was broadcasting between 1923 and 1948. The progressive concentration of radio stations in the northern part of the city corresponds to the colonial urban and cultural heritage; the constancy of radio initiatives in La Vibora deserves, due to its particularity, a separate study.With this project data and using GIS, new studies can be undertaken. It has been observed, for example, that the concentration process accelerated around 1939 when short wave transmission started. That acceleration increased around 1948 with the fusion of radio stations that competed to monopolize radio in Cuba. Such is the case of RHC Cadena Azul and, particularly, Circuito CMQ. CMQ concentrates in its modern 23 and L building, Vedado, 5 of the 35 radio stations active in 1948. This trend towards monopolization could be another cause of the progressive concentration that is appreciated after 1931. It would also be interesting to visualize the different radio station locations throughout these years and their relationship with changes in their owners.

Sources

Luis Lopez, Oscar. La radio en Cuba. La Habana: Ciencias Sociales, 2002.

Betancourt, Enriuqe. Apuntes para la historia. Radio, television y farandula en la Cuba de ayer. San Juan: Ramallo Bros., 1986.

Republica de Cuba. Informe general del Censo de 1943. La Habana: P. Fernandez y Cia., 1945.

Roig Leuchsenring, Emilio. Las calles de La Habana. Bases para su denominación. La Habana: Oficina del Alcalde, 1936.

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